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lunes, 12 de agosto de 2024

Náufrago

                                                             fotografía propia
 

Manolo estaba muy solicitado. Recibía llamadas de sus contactos en Toledo, en Segovia o en Valladolid. Cada vez tenía más amigas. Eran unas señoritas muy amables que le ofrecían sus servicios con voz seductora. Al principio se dejaba querer. Seguía la corriente a unas, hacía bromas con otras, o rechazaba las ofertas menos atractivas o más caras…Él sabía que no era amor verdadero, que lo único que pretendían con sus halagos era sacarle el dinero y aprovecharse de él. Pero se sentía acompañado, y no quería prescindir de esos masajes a su vanidad que le hacían sentirse tan especial. 

Un día tuvo un desengaño financiero con una de ellas y decidió cortar por lo sano. Le dijo que no le llamara más. Ella le contestó que seguiría llamándole. Por primera vez sintió algo que se parecía al miedo, y también a la vergüenza. Le obsesionaba la posibilidad de que no pudiera deshacerse de semejante acoso. Tomó cartas en el asunto para desligarse de una relación tan tóxica.

Tan drástica fue su decisión que ninguna de ellas le ha vuelto a llamar.

Algunas tardes, aburrido mientras le lanza por enésima vez la pelota a su braco húngaro, echa de menos aquellas veladas con sus amigas. Incluso sonríe al recordar cuando le dijo a una que no quería cambiar de compañía porque a él le gustaba pagar más, y ella le dijo que era tonto.

¡Qué chiquilla! —se dice con nostalgia, mientras se arrepiente otra vez de haberse apuntado a la lista Robinson.