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Ilustración: Duane Keiser |
Cada
día
inauguro un manantial o una fuente,
limpio
las legañas de los ventanales
preparo
el instrumental de mi memoria
y
pongo los sueños a remojo.
Enfrío
los desalientos
engraso
las bisagras de lo real,
cocino
mis ansiedades,
bebo
las lágrimas del monstruo interior.
Construyo
castillos inestables,
tejo
un hilo de funambulista
y
aseguro la red con clavos de caramelo.
Trajino
con el tiempo,
negocio
con el espacio,
riego
con palabras mis libretas de colores
y las
pizarras de las aulas.
Después,
desconecto de la electricidad.
Me
fundo con espectros melancólicos
y me
alimento de sus cuerpos imperfectos.
Me
enfrento con el silencio,
casi
siempre me entrego a él,
o
busco la luz por los rincones.
Por
la noche
me
enredo en el ovillo de la pereza
buceo
con cachalotes
o
juego con las sirenas,
aflojo
el cable de acero
y me
deslizo por una rendija
para
buscar
una
nueva fuente o un manantial.